Cuando la falta de asertividad se vuelve un obstáculo en la comunicación

 

A menudo me he encontrado durante el desempeño de mi profesión con cuidadores de personas dependientes que tienen conflictos familiares, a veces pequeños y otras importantes. Estos conflictos van desarrollando relaciones poco constructivas y muy negativas. El cuidado de un mayor con una demencia o con una patología que limite su funcionalidad se convierte en un trabajo de 24 horas los  365 días del año. En numerosas ocasiones, el cuidado recae en un solo familiar que se echa a la espalda el cuidado del enfermo y va tirando del carro, como puede, a costa de su salud mental y física.

 

En estas circunstancias, más que en cualquier otra, es muy importante desarrollar buenas habilidades sociales y ser un comunicador asertivo para pedir ayuda y para que los demás entiendan la necesidad de la misma. Pero es imprescindible que siempre se haga desde una postura constructiva/no destructiva, desde el ofrecimiento/ no desde la amenaza, desde la propia voluntad/no desde la sumisión. Evitar las comunicaciones agresivas, dominantes y negativas que ejerzan una relación de desventaja sobre los demás, permitirá que nos convirtamos en comunicadores socialmente hábiles. Debemos ser conscientes y responsabilizarnos de las consecuencias de nuestras ideas, sentimientos, emociones y opiniones ya que, aunque tenemos derecho a tenerlas y expresarlas, no deben atentar contra los derechos de los demás y esto es algo que muchas veces se olvida: Tus derechos terminan dónde empiezan los de la otra persona.

 

Pero en otras ocasiones nos encontramos con comunicadores pasivos, que anteponen los derechos y opiniones de los demás a los  suyos  propios, por sentirse débiles o inseguros o con falta de confianza; y consiguen evitar así el conflicto mediante la sumisión.

 

La Asertividad implica expresar de manera directa nuestros sentimientos, nuestros pensamientos, ideas y decisiones. Ser capaz de defender nuestros derechos sin transgredir los derechos de los demás, sin amenazar ni castigar; y siendo sobre todo capaces de analizar y responsabilizarse de las consecuencias de nuestras decisiones.

 

Una vez que dominemos la capacidad de expresar de manera asertiva nuestra visión y opinión sobre el mundo o sobre los problemas que nos afectan, estaremos en disposición de pedir ayuda sin que suponga un conflicto relacional con nuestra familia. El pedir ayuda sobre un problema o dar nuestra visión de una situación concreta, debe ser visto como una señal de adaptación y mejora; no como una señal de debilidad o de desconocimiento; y el hacerlo de la forma correcta mejorará la relación familiar y el bienestar del enfermo, así como el de todas las personas que le rodean.

 

 

Raquel Gutiérrez Gilarranz

Psicóloga Especialista en Neuropsicología

Unidad de Memoria Entrenamiento Cerebral

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